jueves, 12 de noviembre de 2009

EL PASO DEL OCEJÓN


Todos los años, desde las primeras horas de la mañana hasta pasada la media tarde del día 11 del mes de octubre, un grupo de jóvenes de Guadalajara, miembros en su mayoría del Opus Dei, recorren a campo través y con las mochilas al hombro, la distancia que separa al pueblo de Majaelrayo, en los llamados Pueblos Negros de Guadalajara, hasta Cantalojas, ya en la Transierra. Es necesario cruzar de Sur a Norte todo el macizo. La distancia viene a ser superior a diez kilómetros en línea recta; pero que para recorrerla hay que salvar toda una serie de montañas boscosas, profundos valles, cruzar arroyos, y bordear, en fin, de la mejor manera, las faldas pedregosas del Pico Ocejón (2.048 m. de altura sobre el nivel del mar), cubiertas de matorral en una buena parte y de piedras menudas y resbaladizas. El desnivel acumulado que se debe librar durante el recorrido es superior los 1.500 metros.Dada la dificultad del terreno -donde las agrestes subidas y las violentas bajadas se van sucediendo de manera continua-, la expedición es toda una aventura, en la que, además, se lleva consigo en cualquier momento el riesgo de perderse, como ya ha ocurrido en alguna ocasión con grupos que no dominaban de principio a final el trazado del terreno.

Con la repetición cada año de tan difícil viaje a pie, la expedición se ha consolidado entre ese grupo de muchachos, siendo ya conocida como “El Paso del Ocejón”, no falto de una motivación sentimental e histórica importante en la historia del Opues Dei; pues con ella, los miembros jóvenes de la Prelatura dispuestos a llevarla a término en la fecha señalada, rememoran, o celebran, el paso de tres de los primeros miembros de la Obra desde la zona republicana a la zona nacional, donde los esperaba el Padre, y de las cuales, por aquellas fechas del año1938, la sierra del Ocejón se había convertido en la línea divisoria. La expedición anual de “El Paso del Ocejón” procura seguir, palmo a palmo, por los mismos espacios que en su momento se vieron obligados a tomar -para no ser vistos- el que después sería el Prelado, sucesor de San Josemaría Escrivá, don Álvaro del Portillo, al que acompañaron don Vicente Rodríguez Casado y don Eduardo Alastrué, jóvenes universitarios alistados en distintos batallones del ejército republicano.

Después de toda una serie de "providenciales casualidades" hasta ponerse en camino, los tres jovenes universitarios, fugitivos por aquellas sierras en tarde otoñal de intensa lluvia, pasaron parte de la noche durmiendo en una de las muchas cuevas que se abren entre las rocas, y a las del alba, se orientaron para seguir su camino por el sonido de las campanas de Cantalojas, al toque del Ángelus en la mañana del día de la Virgen del Pilar, fecha en la que, por "providencial casualidad", el Fundador del Opus Dei, y otro de sus primeros miembros, Isidoro Zorzano, habían advertido, con algunos días de antelación, que se produciría el paso. Llegados a Cantalojas, ya en la zona nacional, el encuentro con el Padre, que les esperaba en Burgos, fue cuestión de dos días, los necesarios para cumplimentar los trámites de identificación y llevar a cabo el viaje en coche hasta la ciudad castellana.

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